Desde el patio de uno de sus cinco restaurantes, Lisa Dahl contempla el horizonte observando como las nubes espesas proyectan sombras sobre las rocas rojas del desierto.
Ese silencio absoluto es raro en Mariposa, considerado el mejor restaurante de la ciudad y ubicado a unas dos horas al sur del Gran Cañón. Es el momento ideal para reflexionar sobre cómo era la vida allí, en ese patio, antes del coronavirus.
Neoyorquinos, angelinos, inversionistas, emprendedores… todos bebiendo cocteles y tomando fotos frente a un fondo tan pintoresco que parece Photoshop. En aquellos tiempos, mientras saboreaban los bocados de sus chuletas de ternera de $48, hablaban sobre cómo la próxima vez que estuvieran en la ciudad tendrían que probar la torta de naranja con chocolate y gelato de bourbon de vainilla.
Pero tales escenas han sido relegadas a la nostalgia, ya que una pandemia mortal ha trastornado el enclave que alguna vez se mantuvo en movimiento gracias al dinero.
Porque el coronavirus también ha expuesto la marcada división que existe entre los ricos y todos los demás, en una nación cuyas disparidades están marcadas por el desempleo y los autos de lujo serpenteando las dunas del desierto.
Dahl se ha adaptado a la “nueva normalidad” de Sedona, estableciendo un servicio de entrega a domicilio para aquellos que han acudido en masa a sus segundas residencias en este valle desértico, haciendo caso omiso a las recomendaciones de quedarse en casa.
"Hay personas que aman la comida y están dispuestas a pagar mucho dinero", dijo Dahl a Los Ángeles Times.
A medida que el coronavirus continúa su camino destructivo en los Estados Unidos, matando a miles de personas y devastando la economía, las filas en los bancos de alimentos aumentan, y alrededor de 26 millones de personas han solicitado el desempleo. Sin embargo, algunos estadounidenses mega ricos han activado sus planes de escape anti pandemia.
A principios de marzo, los más adinerados lograron huir de las grandes ciudades, refugiándose en sus segundas residencias o alquilando viviendas por $8.000 al mes en lugares como Sedona y los tramos costeros rurales del noroeste del Pacífico.
Ellos no viajan en aviones comerciales, sino en autobuses personales, aviones privados y yates.
En Fisher Island, un destino de lujo al sur de Miami Beach, la gerencia pagó más de $30.000 por aplicar la prueba de anticuerpos contra el coronavirus a 1.200 empleados y residentes. Algo similar tuvo lugar en la ciudad turística de Telluride, Colorado. Mientras que, por el contrario, los gobernadores de muchos estados han luchado para asegurar a sus ciudadanos un número mínimo de pruebas.
El multimillonario de Hollywood David Geffen publicó recientemente una foto en Instagram de una puesta de sol desde su yate de 454 pies en el Caribe.
"Aislado en las Granadinas evitando el virus", subtituló la foto. "Espero que todos estén a salvo". Pero más allá de recibir elogios, el millonario se enfrentó a un aluvión de críticas, por lo que rápidamente hizo su cuenta privada.
Hace varios días, tres aviones privados permanecían estacionados en el aeropuerto de Sedona. Mientras tanto, la alcaldesa de la ciudad, Sandy Moriarty, suplicaba a los posibles visitantes que, por favor, se quedaran en casa.
Moriarty explicó a una televisión local que había visto fotos en las redes sociales de turistas que visitaban los campamentos locales y las populares rutas de senderismo. “Es increíble”, dijo.
En esta localidad de Arizona han sido diagnosticados menos de 100 casos por coronavirus, pero algunos lugareños temen que los números aumenten con la llegada de turistas.
Durante la pandemia, Dahl tuvo que reducir de 345 empleados en sus restaurantes, a 45. "Esta situación me duele por mis empleados", dijo, y señaló que algunos habían trabajado para ella durante más de una década.
El año pasado, sus cinco restaurantes recaudaron $20 millones, dijo, y el 2020 prometía ser aún mejor. Sin embargo, llegó el brote y, en cuestión de días, tuvo que retroceder y adaptarse a una nueva realidad.
Las dos caras de la pandemia
A mil millas de Sedona, en Surf Pines -una comunidad privada al noroeste de Portland, Oregón- existe otro refugio tranquilo y acogedor, con casas con vista al Océano Pacífico.
Gina Sjolander, su esposo y sus tres hijos se encuentran refugiados en su segunda residencia, donde pasan los días jugando juegos de mesa, contemplando las dunas azotadas por el viento y ordenando comida para llevar del Astoria Golf & Country Club.
Su residencia principal se encuentra en el área de Seattle, el mayor foco de infección de los Estados Unidos.
Por otro lado, un par de horas hacia el sur, en Lincoln City, Oregón, está Diana Hardy, quien trabaja como cajera en una tienda de comestibles y pasa sus días sudando detrás de una mascarilla y limpiando los mostradores con lejía. "Me siento en peligro todos los días", dijo Hardy, de 66 años.
Los líderes de Lincoln City y otras comunidades costeras actuaron rápidamente a fines de marzo, cuando los vacacionistas pululaban por las playas, acababan con las estanterías de las tiendas y alarmaban a los gerentes de los hospitales locales, que temían que sus pequeñas instalaciones no pudieran soportar un brote repentino.
Las ciudades y condados que viven del turismo prohibieron a los visitantes, expulsaron a los huéspedes de los hoteles y suspendieron los alquileres a corto plazo un día antes de que la gobernadora de Oregón, Kate Brown, anunciara una orden de estadía en el hogar en todo el estado.
Gran parte de la costa de Oregón y el norte del estado de Washington permanecen fuera del alcance de los forasteros. El condado de Lincoln, donde vive Hardy, y el condado de Clatsop, donde los Sjolanders permanecen en su segunda residencia, solo tienen 11 casos confirmados de coronavirus entre ellos, y ninguna muerte.
Pero los residentes costeros siguen actuando con cautela ante los extraños y son muy conscientes de que en otras partes de Washington y Oregón hay más de 15.000 casos confirmados y 900 muertos.
Hardy reconoce que los propietarios de las segundas viviendas tienen derecho a hacer uso de sus propiedades, pero de igual forma les pide que dejen de viajar de un lado a otro y permanezcan en un solo lugar.
Un refugio para los mega ricos
De regreso en Sedona, Scott MacDonald, quien es gerente de inversiones y vive en Denver, llegó a principios de este mes después de cargar su Tesla Model X y conducir durante 12 horas hacia el sur con su esposa y sus dos hijos.
El ruido de las construcciones alrededor de su loft en el centro de Denver era ensordecedor, dijo MacDonald, y la falta de distanciamiento social era perturbadora, por lo que la familia decidió ir a Sedona y alquilar una casa con vistas a la ciudad por $8.000 al mes.
"Nos encanta Sedona", dijo MacDonald. “La tranquilidad, el espacio, el paisaje, todo es simplemente increíble".
El gerente de inversiones señaló que él y su familia se toman muy en serio el distanciamiento social y esperan que Estados Unidos no regrese tan rápidamente a la normalidad. “Es demasiado arriesgado”, dijo MacDonald, quien aprovecha estos días con su familia para cocinar y a veces ordenar comida para llevar en algunos de los restaurantes de Dahl.
Hace poco, Dahl y su director de operaciones, Jay Schimmel, se sentaron en el patio de Mariposa. Ambos se estaban preparando para una reunión con un grupo de propietarios de restaurantes de Arizona sobre prácticas seguras para cuando las empresas puedan reanudar la apertura el próximo mes.
"Tenemos que protegernos nosotros y asegurarnos de que todos en nuestros restaurantes estén protegidos", sentenció Dahl.
El patio quedó en silenció y permaneció así durante algunos minutos, hasta que el zumbido de un pequeño avión alquilado que se aproximaba al aeropuerto consiguió romperlo.
Artículo original en inglés publicado por latimes.com. Fundado en 1881, Los Angeles Times (también conocido como LA Times) es un periódico de circulación diaria publicado en Los Ángeles, Estados Unidos y distribuido en los estados de occidente del país, propiedad de Tribune Company. Es el periódico metropolitano más grande de los EE.UU.. Mantente al día con las últimas noticias de latimes.com a través de Facebook, Twitter o YouTube.