Esta historia comienza con día normal. Su protagonista es Dylan Patel, un estudiante de secundaria que vivía en el estado Virginia, y que, mientras iba de camino hacia una tienda de comestibles, vio a una manada de personas acercándose a una carpa naranja.
Curioso de lo que ocurría, Patel se detuvo para saber qué estaba pasando. Eran empleados vestidos con trajes naranja de neón distribuyendo folletos y hablando con potenciales clientes.
Esa noche, Patel se fue a casa y buscó en Google el nombre de la compañía: Orangetheory Fitness. Lo que encontró fue un innovador programa de entrenamiento de alta intensidad. Pero también se halló con algo más: una oportunidad para lanzar su carrera como emprendedor.
En enero de 2016, siendo Patel un estudiante de primer año de la Universidad de Virginia, firmó un contrato con Orangetheory Fitness para abrir su propia franquicia, gracias a un generoso préstamo de sus padres y del banco equivalente a medio millón de dólares.
Y es aquí cuando comienza lo bueno
Además de hacer malabares con las materias en una de las mejores universidades públicas de Norteamérica, el ahora director de negocios y finanzas, ahora posee tres sedes de Orangetheory en todo Virginia y recientemente invirtió $500.000 (423.420 euros) en una segunda franquicia llamada Hand & Stone Massage and Facial Spa.
Las franquicias están cada una en diferentes etapas de su ciclo de vida. El segundo gimnasio Orangetheory abrió en julio y la tercera se espera que se inaugure en otoño. La Orangetheory original, mientras tanto, recibe poco menos de $1 millón (846 mil euros), dinero que ha utilizado Patel para abrir sus nuevas franquicias.
La historia de los jóvenes aspirantes a multimillonarios que crean empresas en sus dormitorios se han convertido en un arquetipo moderno. Zuckerberg, Jobs, Gates y la lista continúa… Pero en un mundo empresarial cada vez más saturado puede ser difícil (incluso imposible) llegar a una idea nueva y viable.
Pero aun así, algunas mentes millennials, creativas y precoces han descubierto una alternativa al emprendimiento tradicional: La franquicia.
Según FRANDATA, una firma de investigación de mercado que analiza el desempeño y las operaciones de las franquicias, señala que el 9% de todas estas son propiedad de millennials y la tendencia sigue creciendo.
En los próximos 10 o 15 años, la mayoría de los franquiciados existentes se acercarán a su jubilación, mientras que en ese mismo plazo más millennials alcanzarán el umbral de capital necesario para invertir en nuevos negocios.
Un acto de equilibrio
Entonces, ¿cómo un estudiante universitario de 21 años de edad encuentra el tiempo para llevar cuatro franquicias y gestionar cerca de 50 empleados?
Patel ha contado con la suerte de que cada franquicia ha abierto durante las vacaciones de verano. Además, también cuenta con gerentes confiables que le alivian la carga de trabajo.
Aun así, puede ser muy difícil encontrar el equilibrio entre la universidad y los negocios.
“Hay días en los que quiero volver de la universidad después de hacer dos o tres exámenes y simplemente pasar el rato, ver series en Netflix, etc”, dijo Patel. Pero a veces esto no es posible.
Patel intenta programar la mayoría de sus clases por la mañana para pasar el resto del día atendiendo asuntos de negocios. Él afirma que puede hacer mucho en el tiempo entre cada clase, como por ejemplo hablar con sus gerentes y atender llamadas sobre la marcha.
Las noches de los jueves están dedicadas a la nómina, lo que para Patel es una de las responsabilidades más exigentes al ser dueño de una franquicia.
En cuanto a sus planes post-graduación, Patel quiere seguir aprendiendo sobre el mundo de los negocios a través de la práctica, con la esperanza de una día embarcarse en una carrera como inversionista en la banca, capital privado o bienes raíces.
Un modelo de negocio joven
Patel está lejos de ser el único millennial en descubrir las ventajas de invertir en un modelo de negocio probado.
"La generación millennial es conocida por su espíritu emprendedor, por lo que no es de extrañar que muchos jóvenes empresarios están recurriendo a franquicias como una forma de hacer crecer sus negocios", dijo David McKinnon, presidente de NextGen.
La disposición a asumir riesgos parece ser un factor impulsor para los empresarios millennials. Tomemos como ejemplo a Andrea y Jessica Pérez, dos hermanas residentes en la ciudad de San Antonio y dueñas de un Wing Zone, un restaurante con sede en Atlanta.
Las jóvenes originalmente buscaban comprar el restaurante como una manera de reunir a su familia, ya que su padre, un ejecutivo en la industria de la música, a menudo se veía obligado a estar en el negocio durante varias semanas.
El capital líquido mínimo requerido para comprar una franquicia Wing Zone es de $60.000 (50.810 euros), además de una "cuota de franquicia" de $25.000 (21.171 euros) y otros costos varios. La forma en que la mayoría de los franquiciados obtienen su financiamiento es a través de préstamos.
Hoy las hermanas manejan Wing Zone como una máquina bien engrasada, con ventas mensuales de alrededor de $170.000 (143.963 euros).
"El primer mes, todo salió mal", dijo Andrea entre risas. "El calentador, el A/C, la freidora y la nevera se apagaron y tuvimos que poner $25.000 (21.171 euros) de nuestro bolsillo para mantener el restaurante en marcha".
Por suerte, aunque tienen algunos empleados a tiempo completo, las hermanas reciben mucha ayuda de su mamá, tía, primos y el marido de Jessica, que todos contribuyen como pueden.
El valor de los franquiciados de la próxima generación
Antes de que las hermanas Pérez compraran Wing Zone en San Antonio, la sede había estado luchando para mantenerse a flote, incluso el antiguo propietario había tenido que pagar a los empleados de su bolsillo al final.
Al principio, los ejecutivos de Wing Zone se mostraron reticentes a entregar la exitosa franquicia a "un par de niñas" sin experiencia. Jessica era la gerente de un restaurante de sushi local, pero eso no tenía nada que ver con ser propietaria de un restaurante, señalaban.
Así, junto con su padre, las hermanas Pérez volaron a Atlanta para reunirse y persuadir al equipo. Durante una semana tomaron clases en un programa de inmersión para aprender a realizar las tareas en todos los niveles del restaurante.
Al final fueron probadas y luego enviadas a San Antonio para un período de prueba. Fue sólo después de que Andrea y Jessica demostraran que eran completamente capaces de dirigir el lugar, que Wing Zone acordó venderles el restaurante.
La industria de la franquicia tiene mucho que ganar con el cultivo de jóvenes empresarios. La comprensión de cómo utilizar cada una de las áreas de una empresa -que incluyen marketing, software y sistemas de gestión de inventario- es clave para administrar una franquicia exitosa. Algo que los millennials conocen de sobra.
Artículo original en inglés publicado en CNBC: Make It. Síguelos en Facebook, Twitter.